martes, 20 de septiembre de 2011

Una Décad... encia - por OScar

Me llamo Lorena. Mis amigas me dicen Lore. Lorena Virginia. Lo Re-Virginia me dicen. Estoy en el equipo de hockey de 5to año, y me dicen “valla invicta”. Curioso porque no soy arquera. También me halagan diciendo que soy pulcra y limpia como un quirófano, donde nunca entra un polvo. O “rodillas siamesas” . Nadie las pudo separar. También me dicen “último molar”. Muy difícil de cepillar. O yagua con escoliosis. Imposible de montar. O poéticamente, hoja de otoño. Nadie me reco…lecta. Algunas me dicen Altamira. Una cueva que está dibujada.

Lo que pasa es que siempre quise hacerlo por primera vez con el amor de mi vida. Siempre quise debutar con el padre de mis hijos. Que podría parecer una contradicción, porque si es el padre de mis hijos, entonces yo ya seria madre, por lo cual no seria virgen y ya habría debutado con anterioridad. A lo que algún molesto sabihondo me podría decir que se podría ser madre sin perder la virginidad con la implantación de óvulos fecundados ad hoc por un onanista, lo cual podría ser científicamente cierto, lógicamente irreprochable pero sumamente inoportuno si se pretende que esto sea un relato humorísticos según la consigna de nuestro profe Martín

Cada vez que algún agraciado varón pasar a los hechos de echarme a un lecho para descargar su …, digo, descargar Se, no ofrecía resistencia a no ser que me llevara al “década forward”, un elegante edificio transitorio con el enigmático cartel de promoción de turnos de 87648 horas. Es decir 3650 días que serian los 10 años efímeramente transcurridos al pasar el umbral del ansiado y mágico dormitorio. Eso me permitiría constatar la evolución que mi pretendiente contendiente tendría en un hipotético futuro marital.

Así acudí al citado dormitorio en diferentes ocasiones.

Con Gonzalo, aquel rubio platinado con el que llegamos en su moto con sus dorados rizos al viento, pero al entrar en la habitación , adiviné las incipientes entradas de su pelada cual Macri pavimentando un nuevo Metro Bus.

Con Mariano, el dulce efebo que solía recitarme románticos poemas de su autoría, hasta que entramos a la habitación y preguntó donde estaba el control remoto.

Con Maxi, ese rebelde idealista que deseaba emular a los oprimidos cual Che, y lo primero que hizo es levantar el teléfono para avisarle a su mamá que le prepare milanesas para la noche

Con Jonás el fortachón capitán del equipo de Rugby, que se abalanzó al frigobar a engullir los chocolates que apoyaba en su abdomen.

Varios fueron los exámenes de ingreso a mi femineidad que tuve que tomar a los distintos Apolos que me pretendieron, hasta que conocí a Guido, el elegido eleguido.

No me soltó la mano cuando llegamos, su mechón rubio se mantuvo sobre su frente cuando entramos, me ofreció una rosa del florero que adornaba la habitación, se desnudó ágil dejando ver sus torneados músculos y cuando tras desnudarme mientras me susurraba un bolero y dispuesto a certificarme como mujer completa, me preguntó: ¿Desde cuando tenés esas estrías?

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