jueves, 1 de septiembre de 2011

Presentación de Oscar

FACEBOOK
Reconozcámoslo. No tengo una personalidad muy firme ni definida. Hasta digo “reconozcámoslo” en plural, porque no me animo a hablar por mi mismo. Y como no puedo decidir solo lo que quiero, siempre termino siguiendo mansamente a la propuesta de la mayoría.
Así fue que llegué a ese extraño universo social que es el Facebook. No me acuerdo bien como fue que me empecé a conectar. Recuerdo mi entusiasmo cuando empezaron a llegarme, y luego lloverme propuestas de “¿Querés ser mi amigo?”. Frase de invitación y propuesta que me hacía evocar a mis épocas de la primaria. Lástima que esta maravilla del chusmerio informático, proponga el lacónico “Eliminar de mi lista de amigos” en lugar de nuestro clásico “Corto mano, corto fierro” de nuestra infancia.
Claro, yo entusiasmado como Roberto Carlos queriendo tener un millón de amigos, no me di cuenta el peligro que significaba dar “acepto” a “diestra y siniestra”, a “tontas y a locas”, a “troche y moche”, a “cacho y mochi”.
Reconozco que me sentí halagado cuando Mariela, la hermana de un compañero de trabajo del sobrino del odontólogo del arquero del equipo de fútbol del primo de mi compañero del curso del Rojas de hace 2 años, me proponía amistad. Vi la foto de la chica, chusmeé en sus álbumes de vacaciones en la playa para pispearla vouyeristicamente en malla, y me entusiasmé.
Sintiéndome mas winner que Guillermo Cópola e Isidoro Cañones, no podía dejar de pensar como buen porteño machista, “esta mina está regalada”. Claro, cuando me disponía a tirarle todos los galgos y el 7mo Regimiento de Caballería, me di cuenta que la susodicha ya tenia 4728 amigos. Así que opté por un lacónico y ascético “acepto” aséptico. Como poner un caballo en la mesa, para relojear si el otro viene con un 4 o con un ancho.
La respuesta no se hizo esperar mas de 10 minutos, cuando veo escrito en mi muro tan solo “¿Quién es?”.
La autora, no era la mencionada Mariela, sino Gaby, mi queridita actual. Traté de explicarle a mi amorcito, que simplemente por regla de cortesía internética, correspondía aceptar cualquier propuesta de amistad, sin que esto denotara ocultas intenciones.
“¿Y por que a mi no me aceptaste?” me contestó Lucía, una ex compañera de secundaria, mas fea que estornudar con los ojos abiertos. “A mi no me pusiste -me gusta- cuando publiqué la receta del flan de coco” terció mi mamá. Quise explicarles que no todo lo que uno publica en Facebook, aparece en el muro del otro. “Ud. siempre tratando de evadir las responsabilidades” intervino mi analista. “A mi me hacia lo mismo” garabateó en el muro mi ex esposa. “Papá, cuando subís las fotos de Mar de Ajó?” acotó mi hija. “Te vas de vacaciones, y todavía no me pagaste” se inmiscuyó el plomero.
La verdad, que a esta altura, mi Muro de Facebook se parecía a un Paredón de Fusilamiento, donde todos mis contactos, dado que la palabra amigos no corresponde a semejante entreverada situación, me hacían sus reclamos, reproches, echadas en cara y pases de facturas . Hasta que por fin, llegó el comentario que logró que pudiera retirarme abruptamente de la jauría de Facebook
“Estoy esperando el informe, y ya veo porque no me lo entrega”.
No sé como se me ocurrió aceptar como amigo a mi jefe.

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