lunes, 15 de abril de 2013

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viernes, 16 de marzo de 2012


LAS ODIAMOS

Las odiamos.  Y me preservo y escondo y protego en el plural, para no ser tildado de intolerante, sectario o discriminador.
Ostento consenso con tan solo cambiar el modo numeral del verbo. Odiamos, excluye la posibilidad de un prejuicio individual, de un trauma personal. Acuerdan conmigo una difusa cantidad de indefinidos otros.
¿Quiénes odiamos? ¿Mi hermano y yo?. ¿Mi familia? ¿Los que comparten mis ideas políticas o religiosas?.
El singular es preciso y perfectamente acotado. La pluralidad permite usufructuar la indeterminación en un difuso y mayoritario apoyo a mi discurso.

Las odio. Reformulo y concedo. Me responsabilizo de mis dichos, pero para dar la posibilidad de apoyos espontáneos. Podría ser “a mi me pasa lo mismo” o un ratificador “tenés razón” de algún cómplice oyente o lector.

Las odio. Y es difícil y fácil encontrarlas. Te despertás una noche sediento, y descalzo vas a la cocina a tomar un vaso de jugo y cuando prendés la luz, la ves en el piso. Se mueve rápida unos centímetros, porque pasos no parecería apropiado a un ser tan minúsculo. Se detiene un instante y ágilmente va a esconderse debajo de la heladera o de la cocina o alguna hendidura de la pared.
Y uno no puede reprimir un gesto o pensamiento de repugnancia. A veces, confundidas, no aciertan con su escondite, y evito usar el vocablo nido con connotaciones mas poéticas como cuando nos referimos a pájaros o aún humanos, y reptan bordeando los zócalos dándonos la posibilidad de castigarlos con un chancletazo por su osadía tan solo de convivir con nosotros. Y si tenemos la no muy esforzada destreza de acertarles el sopetón, nuestra repulsión inicial se ve aumentada ante el resultado de nuestro golpe. La cucaracha aplastada es mucho mas revulsiva que la viviente que escapa a esconderse. Ese espeso líquido blando como excremento de pus que emana su cuerpo cascarudo y no sabemos a que parte de su anatomía corresponde, es en su desagradable derrame una póstuma venganza visual a su matador. ¿Será su sangre, sus vísceras, comida no digerida?. Podemos intentar un golpe menos enérgico, que alcance para matarla sin aplastarla, pero es muy difícil de lograr. Podemos regular nuestra fuerza del sopapo de pantufla, para no masacrarla, pero seguramente quedará dada vuelta y con el movimiento de sus patas parecería amenazarnos de que se recuperará y seguirá ocultándose de nosotros y hurgando los rincones de nuestro hogar.

Nadie sabe porque nos ensañamos con ellas, dado que son si se quiere inofensivas. Al menos comparándolas con sus congéneres de la pirámide biológica. Las hormigas y gusanos comen nuestras plantas, las polillas la ropa y los mosquitos nuestro propio cuerpo. Y a pesar de que ostensiblemente nos perjudican o agreden, no tenemos contra ellos la misma animosidad que contra los blátidos. Podríamos argüir el atentado a la higiene de nuestras comidas, pero mas alevosas son las moscas a las que usualmente las vemos posarse impúdicamente sobre nuestros alimentos y no mostramos la misma animosidad.

Matar a una hormiga no nos afecta. A un mosquito, tampoco, a no ser que estuviera inyectado con sangre no digerida, y en tal caso el leve desagrado y antihigiénica mancha roja en nuestras palmas, se ve justificado por la idea de que esa sangre podría ser la nuestra y nuestro agresor ha sido justamente castigado. Aplaudir a una polilla, tampoco nos repulsa y tras caer en círculo, su cuerpo inerte sigue teniendo su forma y hasta delicadamente podemos levantarlo del piso asiendo una de sus alas sin que esto nos produzca desagrado. A lo sumo, una dorada purpurina de sus alas habrá dejado una leve marca en nuestras manos.

Las cucarachas son odiadas por su desagradable forma de morir, por el injurioso espectaculo de sus cuerpos masacrados derramando sus viscosidades. Nos afecta la repugnancia de sus deshechos que nosotros mismos generamos al aplastarlas con odio, con saña, con repulsión.

domingo, 11 de diciembre de 2011


Pelos en el Culo

Hay muchas cosas en la vida que no entiendo una de las cuales son los pelos en el culo. Lo entiendo en el caso de un animal peludo, todo el cuerpo cubierto de pelos. Ahí tiene sentido. Pero incluso en el mundo animal tenés a los mandriles (criaturas maravillosas) que te demuestran que si hay un lugar donde no conviene tener pelo es precisamente ahí. Es una zona que es mejor tener despejada. Además la idea del pelo es servir de abrigo, proteger contra las bajas temperaturas, y ese es un lugar donde nunca nadie tiene frío. La gente no va por ahí diciendo, “Sabés que, me parece que vine desabrigado, me está entrando un fresquito en el ano” o “Cerrá un poco la ventana que se me congela el recto” ¡No! ¡Nadie dice eso! ¡Nunca! Bueno quizás alguien en alguna circunstancia sí lo dijo pero ya sería un caso demasiado escatológico, aun para los estándares de un monólogo titulado “Pelos en el culo”. Pero me estoy yendo de tema. Mi punto es que en cuanto el homo sapiens empezó a evolucionar, a alejarse de sus antepasados simios y perder pelo, el primer lugar donde lo tendría que haber perdido tendría que haber sido ahí. Esto habla muy mal de la evolución. Pero habla aun peor de Dios. Para mi esto es una prueba irrefutable de la inexistencia de Dios. ¿Qué tipo de ser todo poderoso, de inteligencia suprema, de fuente de conocimiento dice “a ese ano lo que le quedarían bien son unos pelitos ahí al lado”? Entre esto, la compulsión natural rascarse las cascaritas de las heridas, empeorando siempre las cosas, o el hecho de que el chocolate no cura el cancer estoy totalmente convencido de no hay existe ningún Dios creador detrás del diseño del universo.

The Big Sleep

Pero no quiero sonar tan negativo. No quiero decir que todo sea tan malo. Pelos en el culo, Dioses sádicos o inexistentes, todo esto no significa que la vida no valga la pena se vivida. Todo lo contrario. Estoy totalmente a favor de la idea de no morirse. Aunque tengo que admitir que han habido veces en las que sí, he contemplado la idea de acabar con todo, de abandonar este mundo, de quitarme mi propia. Casi siempre fue a eso de las siete, siete y cuarto cuando sonaba el despertador y tenía que levantarme para ir trabajo. En esos casos la idea del descanso eterno suena bastante atractiva. “Mmmm …. si me muero … no tengo que levantarme”. Todas las contras de estar muerto a esa hora de la mañana parecen quedar de lado y lo único en lo que puedo pensar es “¿Qué tengo que hacer para seguir durmiendo? ¿Morir? Dale, venga, lo que sea con tal de dormir de quedarme cinco minutos más en la cama (que en caso de realmente morir se pueden extenderse a más de cinco minutos, hasta que alguien se de cuenta)”. Pero ahí vienen los problemas. Suicidarse no es tan fácil. Uno puede intentar ahorcarse o sofocarse ahí en la cama, “Ghhhhggghh”, pero ya a la tercera o cuarta arcada uno se despabila y ya lo de morirse pierde el chiste. Ya está, ya te despertaste, más vale seguir viviendo. Ni hablar de pegarse un tiro, por más que uno fuera a tener un arma bajo la almohada la sola idea del disparo, de “BANG!!!” terriblemente estruendoso a esa hora de la mañana suena totalmente sacrílega. No, tiene que ser una muerte rápida y silenciosa. Lo ideal sería una máquina kevorkiana que funcione como un despertador pero que cuando suene la alarma uno tiene la opción de apretar dos botones. Uno apaga la alarma, como en cualquier despertador, para que uno se levante y siga con su idea, el otro: muerte instantánea. Si todos los hogares del mundo tuvieran uno de estos la población mundial se reduciría drásticamente de la noche a la mañana. Si todo el mundo tuviera que elegir “levantarme o morir, levantarme o morir, levantarme o morir ” a primera hora de la mañana estoy seguro de que esa mañana la línea D estaría muy vacía. 

jueves, 1 de diciembre de 2011

Adolfo

P1: No viejo, no podés comparar. Son distintas épocas, distinta idiosincracia, distintas tecnológias. Yo no es que quiera quitar méritos ni desmerecer a nadie, pero no me podés comparar.

P2: Bueno, pero para eso están las estadísticas. Fijate quien tiene el récord, papá

P1: Que piola. No podés comparar. Con esa tecnología cualquiera llega a los 6 millones. Imaginate si Atila hubiera tenido las cámaras de gas, el zafarrancho que hacía. Pero el tipo tenia que ir a caballo, pueblo por pueblo, que ya se le habia borrado la rayete del ojo de tanto cabalgar, meta espadazo descabezando muñecotes que te salpicaban todas las vísceras y le enchastraban el tapado de piel de oso y despues se la tenia que bancar a la jermu porque le iba con el uniforme ensuciado. Y ni hablar de los jardineros que le tiraban la bronca porque le habia pisado el césped. Ojala hubiera tenido gases mostaza o napalm para no andar ensuciandose tanto con las salpicaduras sanguinarias

P3: Bueno, con esa lógica los cotures eso no llegan ni al millón sumando los 3 juntos. Ni con Sadaam, Osama y Muhamar juntos lo podés empardar al Adolfo

P1: Bueno, eran otras épocas. Habia mas romanticismo y se trabaja distinto, se tomaban su tiempo. Ahora es todo rápido, sin disfrutar sin dar espectaculo. Va uno y le da un avionazo a las torres, y listo, se va a tomar la merienda de vascolet con baibiscuits al bar de la esquina, porque ya cumplió. Sin ir mas lejos, en el Proceso hacian un trabajito mas fino. Que una picana, que un submarino, que una parrillita vuelta y vuelta; y a lo mejor asi estabas 2 años; como esas guerrillas cafeinomanas que tienen 10 años secuestrado en la selva, con los mosquitos y calorazo que no se bancan, sin un solo shopping. Los secuestradores de ahora lo quieren todo mas fácil, mas rápido, por eso inventaron el secuestro express

P2: Por eso te digo, lo de Adolfo era mas dificil, el no sabia quien era y quien no era. Les tenia que revisar los prepucios o ver cuantos rulos tenian atrás de la oreja. En cambio los del Ku Klux Klan los tenian todos marcaditos, no te podias confundir.

P3: A mi me revienta la prepotencia de Karadagian y todos sus parientes. Andan lloriqueando que eran un millón, que los turcos de acá, que el sultán de allá. Porque no se van a vender alfombras y aprenden de los ruandeses que se la comen doblada, y es lo único que comen

P1: Mirá, para mi el equipo ideal es este. Idi Amin al arco, que la gente es injusta y ya lo tiene olvidado. La defensa, tiene que ser latina. Dos sudacas como Videla y Pinochet, con un fullback como el Generalisimo y podria ser Mussolini como el otro central, asi los 2 asisten a Adolfo que va de 5. Despues completamos el medio con Ceaucescu, Stalin y Pol Pot. Y arriba delanteros bien libres, bien liberales y bien Irakundos como Bush papá y Bush nene.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Werner Herzog es un chancho 
Crítica de Land des Schweigens und der Dunkelheit

Es totalmente deplorable ver a un director de cine serio y respetable como es Werner Herzog sucumbir a algo tan bajo y deleznable como es la pornografía. Peor aun es la gente que lo aplaude y celebra la asquerosidad, la perversión que es La Tierra del Silencio y la Oscuridad. 

Ya en el título comienzan las obscenidades. Las Oscuridad remite directamente al lugar al que le no da el sol, el cual todos (especialmente Herzog), sabemos cual es. Luego, el Silencio se produce porque nadie está hablando. Nadie habla porque tienen la boca ocupada. De nuevo, Herzog sabe muy bien con que la tienen ocupada, especialmente cuando este Silencio viene acompañado de esta Oscuridad. Uno pensaría que siendo el título algo que se exhibe en todos lados, frente a mujeres y niños, Herzog hubiera tenido aunque sea algún tipo de decoro pero como veremos no hay límites para la perversión de este hombre.

Como en todas las películas para adultos hay un esbozo de historia, de trama, antes de empezar con la acción. En este caso la excusa son los sordo ciegos, que nos dice Herzog se comunican no mediante palabras ni gestos sino mediante un sistema táctil. Así impone la imagen del manoseo. Luego presenta a la actriz principal de la película, Fini Straubinger, quien nos cuenta que pasó treinta años en una cama. La imagen se cierra: manoseo, cama. Se acabaron las sutilezas. Fini, la Jenna Jameson de Herzog, nos mostrará una de sus "fiestas", junto a sus más íntimos amigos  y amigas. Por supuesto nadie va ahí para hablar. Pero esto no es suficiente para el sátiro de Herzog que nos muestra que la eso es solo el comienzo. La fiesta se traslada a un zoológico donde las imágenes de hombres y mujeres acariciando lascivamente ciervos y ovejas gritan a viva voz zoofilia. Incansable, Herzog no limita su perversión al reino animal sino que en otra escena lleva la fiesta a un jardín botánico donde las manos de las lujuriosas protagonistas recorren las plantas fálicas que pueden encontrar llegando hasta los cactus y al sadomasoquismo. Mientras tanto hay un tema que parece recorrer en paralelo toda la película, que mediante imágenes, narraciones y comentarios se va instalando hasta ganar protagonismo: la muerte. Lo cual sumado a todo lo anterior confluye en un innegable canto a la necrofilia. Pero todo, aun esto, podría perdonársele a Herzog asi no fuera porque luego incurre en un crimen aun peor, involucrar menores de edad. Así, con las imágenes de húmedos niños semi desnudos se completa la tétrica sinfonía de zoonecropedofilia que es La Tierra del Silencio y la Oscuridad. 

Y al final termina con más manoseo de plantas. Conclusión: Werner Herzog es un chancho.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Una Boda Teatral ( para vos, Lorquita )

Tras la mesa en la tarima del altar de la Iglesia, el padre Cosme revisa unos papeles. Al lado suyo, están Dorys (madre del novio) y Ana(la novia). Ana tiene unos papeles en la mano y lleva puestos lentes. Un poco mas alejados, cerca de la primera fila de asientos, están Alberto(novio) y Antonio(su padre). Cerca del órgano, está Marcela(cantante del coro) sentada

Dorys: Bueno, entonces cuando entres a la iglesia, el novio te va a estar esperando acá

Ana: Bueno

Dorys: Entonces vos venís del brazo de Tony

Ana: ¿Qué Tony?

Dorys: ¿Como que Tony? El padrino. ¿Ya te olvidaste?

Ana: No, no. A ver

(Ana revisa los papeles que tiene en la mano)

Ana: No, está bien. Me confundé porque acá dice Antonio

Dorys: Bueno, nena. Tony es Antonio. ¿Vos estás segura de que te vas a acordar de todo?. Del nombre del novio supongo que te acordás

Ana: Por favor, Dorys. Como me voy a olvidar de Alberto

Alberto: ¿Qué pasa conmigo? ¿Me llamaban?

Dorys: No, Betito. Quedate tranquilo. Vos seguí hablando con tu padre de la fiesta, que yo me arreglo con Ana. ¿Ya te probaste el vestido?

Ana: Ay, justamente de eso le queria hablar. Me queda muy ajustado. Y muy largo, se arrastra mucho por el piso.

Dorys: Pero nena, lo que pasa es que estás un poco excedida vos. Y encima tan bajita.

Ana: Bueno, asi es mi cuerpo. ¿No se puede arreglar?

Dorys: Claro que se puede arreglar. Vos no comás nada hasta el sábado. Igual el viernes te purgamos. Y buscamos zapatos mas altos. ¿Pero no vayas a comer nada hasta después de la fiesta, eh?

Ana: Yo decia arreglar el vestido

Dorys: ¡Antonio!. ¿Hay tiempo para arreglar el vestido?

Antonio: Tiempo, puede ser. Plata no. Ya nos fuimos de presupuesto

Dorys: Ya sabia. Siempre lo mismo

Dorys: Bueno, ahora vamos a ver el tema de la música

Padre Cosme: Bueno, en general a los novios les gusta Pompa y Ciscunstancia para la entrada a la iglesia, el Ave Maria para la bendicion de los anillos y Aleluya para la salida de los novios

Ana: Ay, el Aleluya. Me encanta. Como voy a llorar cuando salga con Alberto del brazo

Dorys: Si, pero el Ave Maria no se entiende nada. Eso de “et benedictus fructus ventris” es muy complicado. A mi me gustaria algo mas moderno

Cosme: Bueno, habria que ver lo que les gusta a los novios.

Dorys: El Ave Maria esta bien, pero le vamos a cambiar la letra. Vamos a pedir que en vez de “Gratia plena” , diga “Muchas Gracias”

Cosme: No, Dorys. La canción no habla de agradecer, sino de la Gracia y santidad de Maria

Dorys: Bueno, pero hay que agradecer a los invitados que vinieron a la Iglesia. Por que la mayoria va a la salón directamente, porque les aburre la ceremonia

Cosme: Dorys, pero no se puede cambiar la letra. Es una canción litúrgica

Dorys: Yo entiendo lo que ud. dice. Por eso hacemos un trato. La música como ud. quiere, y la letra como queremos nosotros.

Cosme: No Dorys, no se puede cambiar la letra . Es una falta de respeto. Es un pecado

Dorys: No se preocupe, Cosme. Después venimos y nos confesamos, Dios nos perdona y listo. Pero no me pida que venga la semana que viene a confesarme. Le prometo que para la Pascua, me tiene aquí.

Cosme: Pero la Biblia dice…

Dorys: ¿Donde está la chica del coro?

Cosme: Pero Dorys, no me está escuchando…

Marcela: ¿Me llamaban?

Dorys: Ay, ¿vos sos la corista?

Marcela: No, la cantante del coro

Dorys: Ay, pero que linda chica. ¿Cuántos años tenés?

Marcela: 23

Dorys: ¿Sos soltera? ¿Tenés novio?

Marcela: Ehh,no. Ahora no.

Dorys: Ay, una chica tan linda. ¿Lo conocés a mi hijo?

Marcela: No, creo que no

Dorys: Es el que está ahí. Con el padre. Alberto, pero le decimos Beto. ¿Viste que lindo chico, nena?

Marcela: Señora, ud. me queria hablar de algo sobre el coro

Dorys: Ah,si si. De la letra del Ave María.

Marcela: Si, la sé bien señora. No se preocupe. La cantamos todos los casamientos.

Dorys: No, pero en este va a ser distinta. ¿Soltera, me dijiste no?

Marcela: ¿Cómo que va a ser distinta?

Dorys: Ay, como me gustaría una chica como vos para Betito. ¿Lo miraste bien a mi hijo?

Marcela: No entiendo, señora.

Dorys: ¿Te puede reemplazar alguien en el coro?

Marcela: No sé, señora. ¿ Por que?

Dorys: Así te casas vos con Betito. A vos seguro te va ir bien el vestido

Marcela: ¿Cómo que yo me case?

Dorys: No te preocupes. Yo consigo quien te reemplace en el coro. ¿Ana, vos sabés cantar?

Ana: ¿Por qué?

Dorys: Asi, vos cantás y Marcela se casa con Betito.

Ana: No, Dorys. ¿Cómo me dice eso?. Yo me habia hecho ilusiones.

Marcela: ¿Pero como se le ocurre que yo reemplace a la novia?

Dorys: No hay problema. Beto vive en Tucumán hace 6 años, y ninguno de los invitados conoce a la novia, así que nadie se va a dar cuenta si reemplazás a Ana

Marcela: No entiendo nada

Dorys: ( señala a las 2 chicas ) ¡Beto! ¿Cuál preferís?

Alberto: No sé. Elegí vos mamá.

Dorys: Tengo que estar en todo. Todo porque fuiste a comprar los anillos con tu novia.

Alberto: Ya hablamos de eso mamá.

Dorys: Si, pero no te das cuenta que ahora no le entra el vestido a la novia.

Alberto: ¿Y es mi culpa eso?

Dorys: Claro. Si hubieras ido solo a comprar el anillo no pasaba esto.

Marcela: ¿Qué tiene que ver el anillo con el vestido?

Dorys: Nena, vos probate el vestido primero. A ves, sacate el tapado así veo mejor tu cuerpo.

Marcela: Si insiste. Pero no entiendo.

Marcela se saca el tapado. Tiene puesto un pulover y un jean, muy ceñidos que le marcan su figura. Alberto y Antonio miran a Marcela con atención. Alberto se acerca

Alberto: Hola, ¿asi que vos sos la novia?

Marcela: No, soy la cantante

Ana: No Beto, la novia soy yo. ¿No te acordás?.

Alberto: Si, me acuerdo. Pero la novia no puede entrar sin vestido, y a vos no te queda

Ana: Bueno, pero ya habiamos planeado que nos casabamos nosotros dos. ¿No te acordás?

Alberto: Si, pero creo que Marcela va a estar muy bien cuando se ponga el vestido. Y mucho mejor cuando se lo saque

Marcela: Ay, me pongo colorada

Dorys: ¿No me dijiste recién que te daba lo mismo con quien te casabas?

Alberto: Es que estaba distraido hablando con papá. Y además Marcela estaba muy abrigada

Ana: A mi nunca me dijiste eso

Alberto: Bueno, es que nos conocemos hace poco

Ana: ¿3 dias te parece poco? Si a ella la conocés hace 10 minutos

Dorys: Chicos, a ver si se ponen de acuerdo de una vez

Marcela: ¿Cómo? ¿Se conocen hace 3 dias y se van a casar?

Dorys: Si, porque a este marmota se le ocurrió ir a comprar los anillos con la novia

Marcela: (a Ana) ¿Con vos fue a comprarse los anillos?

Alberto: No con ella no, con Julia

Marcela: ¿Quién es Julia?

Dorys: La novia que Beto conoció en Tucumán

Marcela: ¿Y donde está?

Alberto: En Ezeiza

Marcela: ¿Se va de viaje? ¿Se escapa para no casarse?

Antonio: No, presa. Por robarse 3 cadenitas de oro cuando fue a comprarse los anillos con Beto

Dorys: Igual el mes que viene sale. Pero no teniamos tiempo de cambiar la fecha de la Iglesia y el salón.

Antonio: Yo ni loco iba a perder la seña del Salón, ni gastar otra vez en invitaciones cambiando la fecha

Dorys: Así que le dije a Antonio que consiga una sustituta para la ceremonia y la fiesta, y el mes que viene hacemos el civil cuando la larguen a Julia. ¡Pero mi marido no me supo conseguir una novia que entrara en el vestido!. Entre la chorra que eligió mi hijo y la gorda que eligió mi marido, me quedo con vos, nena, Serás medio pavota, pero por lo menos vas a parecer una reina cuando entres a la iglesia de blanco.

jueves, 17 de noviembre de 2011


Autoconocimiento y Expiación

Crítica de Abrace, Dios, Honre, el último filme del genial Martín Marko

Martín Marko es un director difícil de ignorar, aclamado como un visionario por sus seguidores y aborrecido por sus opositores. Recordemos lo que sucedió con su anterior trabajo, la colosal y abrumadora Étaient. El filme, un documental de seis horas sobre el genocidio de Ruanda, filmado íntegramente en la góndola de lácteos de un supermercado chino, generó controversia desde el primer momento. No solo sus escenas musicales causaron escándalo e indignación entre la prensa especializada en la función de Cannes sino que aun resuenan los ecos del bochornoso incidente que involucró al presidente del jurado, Martín Marko  y Arzobispo de Orleans, lo cual muy probablemente le haya costado la palma de oro.


Pero en Abrace, Dios, Honre Marko logra lo imposible, logra superarse, rompe aquella barrera que había puesto Étaient y sus sachets  infinitamente expresivos, maravillando una vez más al mundo entero.

La trama de Abrace, Dios, Honre, al menos en su primer nivel, el más epidérmico de este pulsante, visceral organísmico fílmico, puede ser fácilmente resumida. Christopher Walken (Canguro Jack, Gente de Sunset Boulevard) interpreta a Epicurio, un vendedor de autos usados consumido por la monotonía de su trabajo y su vida conyugal (cabe destacar el impactante pero natural trabajo de Rita Cortese como la esposa de Epicurio por más que solamente se vea una foto de esta). Su vida continúa de esta forma, día tras día, hasta que conoce a J.T. (un Fabian Vena casi irreconocible, ya que casi siempre estás de espaldas a la cámara o detrás de la escenografía). J.T. es también un vendedor de autos usados atrapado en la rutina y juntos deciden esperar a que algo cambie. Quince años más tarde una atractiva joven (Milla Jovovich, quien mediante un costosísimo proceso de CGI, luce exactamente como Rita Cortese) se acerca a Epicurio y J.T. con la excusa de comprar un nuevo automóvil pero al darse cuenta que solo tienen autos usados sigue su camino. 

El filme es por supuesto mucho más que esta conmovedora historia de esperanza, engaños y decepciones. Ambicioso, tenaz, íntimo, emotivo, Abrace, Dios, Honre es una exploración de la situación humana en los límites de lo moral, de lo posible, de lo estético. Martín Marko  se enfrenta a cada uno de estos temas con la fotografía y el fuera de campo como sus únicos recursos y nos obliga a los espectadores a tomar partido en la contienda. Marko evita el facilismo de la construcción de personajes y en su lugar concentra sus esfuerzos en dirigir una orquesta de sensaciones. 

Es innegable la influencia de Kiarostami en las escenas de persecución, de quien Marko sin embargo asegura nunca haber tomado inspiración ni haberse acercado a su hija, pero hay también dejos de  Rohmer, Truffaut y del primer Almodóvar. Un estilo que parace cambiar completamente durante las  explícitas escenas sexuales, allí todo remite al Werner Herzog de Land des Schweigens und der Dunkelheit. Los gags físicos podrían llamarse Tarantinescos aunque el momento más hilarante llega de la mano del enredo con la esposa del carnicero, un homenaje al cine de Chantal Akerman, otra fuerte influencia.

“Perdón, ahora vuelvo” dice J.T. en en uno de los momentos más brillantes del filme, cuando tiene que ir al baño, y quizás sea esa frase la que mejor captura todo el espíritu de Abrace, Dios, Honre. Es por un lado un mea culpa, la expiación de todos los pecados fílmicos que alguna vez cometió  Marko y al mismo tiempo un regreso a las raíces, una tabula rasa. Esta idea es inmediatamente reforzada en el magistral plano secuencia que acompaña a J.T. durante su descarga, su expiación corporal en el baño de la concesionaria.

Poco ha comentado el propio Marko sobre el filme en las entrevistas, pero en ellas aprovecha una vez más para demostrar su desdén  por su inclusión en el llamado “nuevo cine argentino”, principalmente porque es albanés y filma únicamente en su tierra natal desde hace cuarenta años.

Abrace, Dios, Honre fue filmada en 35 minutos en formato digital y luego extendida a 5 horas y 47 minutos gracias a una prodigiosa labor de edición. En casi todas salas comerciales se exhibe en un formato reducido, de 5 horas 43 minutos. Afortunadamente en las salas del circuito de cine arte se puede admirar la obra completa. Una oportunidad única para emprender un viaje de autoconocimiento y la expiación.



miércoles, 16 de noviembre de 2011

Crónica Movie Zarra de "El Padrino"

Dicen que dicen que en una pelicula, el espectador tiene que lograr una empatia con el protagonista, asumir sus problemas como propios y en definitiva querer lo que quiere el protagonista, desde fajar a Apolo Creed, hasta Nicolearse a Kidman, pasando por Scarletearse a Johansson o a Ohara según la década.

¿Pero que pasa con el Padrino?. ¿Realmente tenemos ganas de ser como don Corleone y andar decapitando equinos?. Yo aceptaria de buen gusto querer ser tan Grondona como el Don, lo que no me bancaria es adscribir a su fidelidad y menos con esa doña Petrona tana que no vale el esfuerzo de haber llegado a ser el Capo mas capaz de tutti los capaces. Como el don Bill Clinton, que se mató toda la vida para ser el mas powerfull del Planeta, y todo para tener una fellatio de dorapa en el Salón Oval con una gordita a la que no sacariamos a bailar ni borrachos a las 5 de la matina.

Empieza la peli con una serie de pelados y bigotudos que van a chuparle las medias o besarle las manos al Don, al que tratan de no decirle Corleone, no sea cosa que les salga Corneone o Comilone y terminen padeciendo, pereciendo o pareciendo un accidente.

Mientras, afuera en el lavadero, andan todos los politicos y todas las personas dale que dale a la tarantela porque se casoria la hija del Malo Marlon Marlísimo Brando. Medio tediosa la fiesta, mucha tarantela y ni un pasodoble, pericón, malambo, gato ni carnavalito. Mucho mostachole y fetuccini, y ni una empanada ni un chori.

La que se casoria que no es otra que Talia Shire que quiere disimular que es la hermana del Francis Ford Coppola que si es Francis, deberia ser entonces Renault o Citroen o Peugeot. Y si bien es la hermana de Coppola, no hay morfarse toda la película para esperarse una Cópula porque si bien no es horrenda no es para andar haciendose la croqueta porque la chica no da para mas que unos manoseos de Rocky Balboa. La Talia Shire que no es yiro ni canta en mexicano, tuvo la suerte de trabajar en 8 de las peliculas mas taquilleras de la historia, con solo aprenderse 2 personajes. 3 Padrinos y 5 Rockys, y su mérito mayor es no haber sido asesinada por ningún mafioso ni su hermano.

La peli sigue mostrando lo taimado y maula que son los tanos de la Cossa Nostra, pero nunca se muerden el nudillo ni dicen Mazcalzone, Vendetta ni Vafangulo. El Lon Mardon Brandon, tiene 4 hijos propios. Ademas uno adoptivo, el abogado Tom Hayden que es el Consiglieri que le consiglieri todo lo que el Don necesita: unas donas, una almohadon redondón o un Don Perignon, y juega con el al Don Pirulero. ¿Qué pirulero? El que te metió el dedo en el rulero.

El hijo mayor es Hitachi o Sony, que es tan cancherito y compadrito y tiene tan mal gusto para cornetear a su esposa, que fija fija que termina acribillado. Después Don Corleone se muere solito de un ataquito al corazoncito y parece decirle a la contra: no pudieron conmigo, me muero solito sin ayuda.

Después hay otros 2 hijos varones, medio tontitos y medio timiditos, Fredo y Michael, que sus anagnórisis lo llevarán a Michael a heredar al Don y ser mas malo todavia, y al Santino a no ser ningun Santino y traicionar a su familia por haberlo tratado como pavote.

Mientras, la única niña de la familia, ya viuda de su inicial casorio por el cuñadicida Michael, le pide a este que no lo hermanicide a Fredo, pero igual Michael calentito lo deja Fredo, Munchis y Pérsico.

La peli termina como empezó, con los obsecuentes ortivas besuqueandole los dedos al nuevo Don, al Capo, al Capino, al Pacino mientras Diana Keaton mira con cara de porque no le habré dicho a Woody de hacer Manhatan 2.

martes, 15 de noviembre de 2011

“Tu vieja” y otros insultos - Sebastián


“Tu vieja” es una contra ofensa, un insulto defensivo. Una respuesta ante una agresión. Pero su fuerza es tal que eventualmente se empezó a usar como agresión directa. Había pocos insultos que pudieran resistir el embiste de “tu vieja” y terminaba siendo más ventajoso ser el agredido que el agresor.


Pero no podemos decir que “tu vieja” sea únicamente un insulto sino que es más correcto hablar de una familia de insultos. Una familia cuyo descendiente más popular probablemente sea la frase “La puta que te parió”, que no es sino otra forma de “tu vieja” solo que caracterizando un poco a la vieja en cuestión. La popularidad de “La puta que te parió” es tal que eventualmente comenzó a usarse para evocar las hipotéticas madres de objetos, situaciones o eventos. O sea, nació el “La puta que lo parió”.

Algo interesante acerca de “tu vieja” (la frase) es que si la analizamos sintácticamente vemos que se compone únicamente del sujeto y carece de predicado. Aun esta otra versión que acabamos de ver, “la puta que te parió”, no se agrega un predicado sino que extiende el sujeto. Lo mismo podemos observar en muchas otras variantes de la frase que añaden extensión pero no un predicado. “La reputísima madre que te re mil re puta parió” es un buen ejemplo. Acá podemos ver que no solo no aparece ningún verbo sino que todos los agregados no hacen más que acentuar cuan puta es la madre y cuanto parió (o con que grado de putez parió). Rara vez escuchamos añadiduras como “y que además vendía paco en las escuelas” o “y que te daba de tomar medio litro de Albalatex todos los días”. 

Pero no solo de tu vieja vive el hombre. Hay otros insultos, ofensas e injurias que vale la pena destacar. 

La maldición

Una forma de estos es la maldición, palabra que también otro sinónimo para insulto o mala palabra. Si nuestro bienamado “tu vieja” es puro sujeto la maldición es puro predicado, pura acción. “Ojalá que te caiga mal”, “que te pise un tren”, “que te vaya para el culo”. Un amigo, cada vez que alguien se queda con plata que le pertenece le espeta un “Que te sirva para comprar medicamentos oncológicos”. Otro se apropió de una maldición española y a sus interlocutores los embate con un “Que te folle un pez”.

 La maldición es un recurso que se suele utilizar para dar por concluido un intercambio de insultos, muchas veces luego de un “tu vieja”, cuando ya no hay nada más que retrucar, cuyo uso podría decirse equivalente al de la famosa expresión “Andate a cagar” y sus derivados. En ambos casos predomina la acción. De nuevo recurro a un ejemplo utilizado frecuentemente por una de mis bien ponderadas amistades, quien en estas situaciones se ha tomado la costumbre de proclamar “¿Por qué no te vas a comer una bolsa de pijas?”.

El insulto discriminatorio

Un tratamiento especial me parece que merecen los insultos discriminatorios, aquellos en los que no solo está la intención de agredir a un individuo sino que por el mismo propio se hace otro tanto con un grupo de personas. El ejemplo clásico es el de “puto” (en el sentido de homosexual, valga la aclaración), al insultar a alguien con esta palabra se está implicando que la homosexualidad es algo negativo, tanto que la mera mención de la palabra debería ofender al aludido. Por esto mismo el insulto discriminatorio suele ser empleado con gran efectividad contra personas aparentemente inmunes al ataque ad hominem pero que demuestran una sensibilidad o empatía con respecto a temas como el racismo o sexismo. Un apelativo como “negro puto” puede ofender mucho más que media hora de maldiciones y odas a la putidad de la vieja.

De mierda

Si hablamos de putos y de negros (o negros putos) no se puede evitar hablar también de un agregado que suele acompañar a estas y muchas otras palabras: “de mierda”. “Puto de mierda”, “negro de mierda”. Esta somera frase puede acoplarse a casi cualquier sustantivo para conjurar un insulto potente e inmediatamente  reconocible. No solo sirve para enfatizar insultos ad hominem, “sos un pelotudo de mierda”, sino que es común escucharla como parte de maldiciones sin un receptor en particular, meros descargos, “¡Qué día de mierda!”, por ejemplo. No hay que olvidar la palabra mierda también puede usarse como sustantivo con el mismo fin, transformando una frase aparentemente inocua como “¿Qué cosa querés?” en algo altamente agresivo simplemente usándola en lugar de cosa.

Eufemismos

Los eufemismos parecerían ser a priori enemigos mortales de los insultos, versiones sosas, insustanciales de estos que vienen a ocupar su lugar en el vocabulario de los más mojigatos o pudorosos. Sin embargo, hay ocasiones en las que pueden terminar siendo aun más efectivos que la mala palabra que originalmente reemplazaron, ya sea esto algo intencional o no. Un ejemplo, escuché hoy en el colectivo un hombre que contaba como tenía que ir a un lugar muy alejado, que decía estar en “La loma del peludo”. Con este recurso evitó usar una mala palabra “orto” o “culo”, pero el adjetivo peludo en este caso no solo evoca a la misma cosa sino que del universo de todos los ortos posibles circunscribe la imagen mental del receptor al grupo de los ortos peludos, una imagen nada agradable. 


Bonus Track

Un último comentario respecto a un par de expresiones que no son estrictamente insultos, pero sí injurias. Una de ellas es a la que Borges se refería al hablar del tratamiento de Doctor o Señor a modo de burla, como falsa señal de respeto o falso cumplido. Es algo que hoy en día sigue muy vigente aunque muchas veces con otros términos. La palabra “Capo” es una de las que se utilizan para cubrir este rol y un ejemplo de su uso nos lo puede proporcionar cualquier colectivero amigo cuando ve que alguien está tardando unos segundos de más en subir: “Dale, capo, que no tengo todo el día”. Con la misma situación, y la ayuda de nuestro colectivero de cabecera, podemos ver otro ejemplo de injuria, en el uso del plural y el tono de maestra ciruela sirven para intentar disminuir al interlocutor : “A ver si nos apuramos un poquito para subir”. 

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Receta para crear un chiste verde


1) Elija cualquier frase con verbo en primera persona y un sustantivo femenino

2) Omita el sustantivo

3) Listo

“Me parece que la camisa está sucia”, se transforma en “Me parece que está sucia” y cualquier leve mirada o sonrisa o comentario del auditorio, hará de la frase un chiste memorable. Alcanza con un “Mirá vos” o “No parecía”.

Cuando preguntamos a una damisela “¿Baila?”, contesta “No,entra justito” por no haber aclarado “¿Baila, usted?”. A ausencia de sustantivo, siempre interpretaremos que se refiere a “eso”, o mejor dicho, a “esa”.

“La princesa está triste, que tendrá la tristeza” tras la omision de la futura reina, queda como “Está triste, que tendrá”

Leamos en Benedeti,

porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía

y anulemos el famoso e indescifrable “corazón coraza” y tendremos

porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
porque eres mía
porque no eres mía

y la ausencia de sustantivo, solo nos permite imaginar que se refiere a nuestro órgano favorito

Cuando expulsamos a Betriz Viterbo, tenemos el intencionado “La candente mañana de febrero en que murió, después de una imperiosa agonía…”

El mismo Borges en el poema “A un gato” dice “Tu lomo condesciende a la morosa caricia de mi mano” nos quiere embaucar simulando que alude al felino, cuando bien conocemos las mas altas turbaciones de don Jorge Luis.

Omitamos la palabra uña, y nuestra observación se transformará en “ la tengo corta, larga, sucia” u omitamos salsa y tendremos “está sabrosa, dulzona, caliente, sosa o desabrida” y tenemos una serie de memorables jocosidades que haran revolcarse a nuestro auditorio. No hace falta que el sustantivo femenino excluido de la frase sea fálico como corbata ( “esta muy larga, tiene un nudo mal hecho, te cuelga demasiado” ) para lograr el efecto. Alcanza con que sea femenino y singular, porque curiosamente, el órgano vital masculino siempre se lo alude con un sustantivo femenino. A pesar de su masculino género en su aburrida términologia cientifica de “pene”, siempre lo nombramos de una mánera FIja en femenino como “la fistola”, “la foronga”, “la farcha”, “la farompa” y la mas “Fija” de todas. Y aquí recurrimos a otro mecanismo humoristico, donde con los burdos neologismos de solo cambiar la letra inicial por una F, evitamos la brusquedad guaranga de hacer explicito dichos sinonimos de la genitalidad masculina.

Parecido mecanismo contructor de humoradas chascarrillas, se logra al omitir en lugar de sustantivo femenino singular, a aquellos masculinos plural, donde la alusión de la frase no es ya del falico objeto de todo chiste verde, si no de sus compañeros anatómicos ovolares, no menos propensos a las chanzas.

Asi obviando la palabra zapatos, contruimos memorables “los tengo que lustrar, no me los pises por favor, tienen mucho brillo o están un poco aplastados”. Y los tornillos faltantes “son muy grandes, muy chicos, todavia sirven”. Idem para plurales femeninos, como las servilletas ( “están muy juntas, muy ajadas, muy usadas”) o las cejas (“muy peludas”, “muy separadas”).

¿Qué pasa si el sustantivo omitido es masculino, pero singular?. La construccion del chiste se mantiene, pero ahora el objeto erotico aludido cambia de vehiculo en contraste análogo, tujestivamente .

El moño en el pelo de una secretaria es “bonito, está bien armado,le queda muy bien” . Por ejemplo, “mirá que bien se lo hicieron a Clarita” y un tomate es “tiernito, redondito, está maduro, sabroso” y un sombrero “lo veo elegante, vistoso o ideal para un dia de fiesta” .

Otra técnica humorística, que es usada en este mismo texto, es la de utilizar un estilo exageradamente formal, pretenciosamente erudito y pomposamente barroco, para poder intercalar cualquier expresión soez y causar la famosa “sorpresa intelectual” como define Macedonio al Humor. O como otro maestro, don Alejandro Magno, idolina de multitudes: "Una pedorreta en una despedida de solteros, con gente entrada en copas, no suma. Ahora, una pedorreta en un velorio...". Un ojete en los labietes de Pinti o Corona (¡o Luis!), no tendrá el mismo efecto sorpresivo que en las músicas de los protestantes Luthieranos.

domingo, 30 de octubre de 2011

El Falephel - Sebastián


¿Comerás lo desabrido sin sal?
¿O habrá gusto en la clara de huevo?
Job, VI, 6


¿Qué gusto
tiene la sal?
Carlos Salim Balaá, MCMLXXIX

La candente mañana de febrero en que el Dodge fue aplastado entre un sesenta y la casa de la esquina fue una mierda. Los días que siguieron no fueron mucho mejores.

Anduve perdido, desorientado y terminé visitando el taller de Pelé Sardán, el último lugar al que había llevado al Dodge. Había algo de místico, de sagrado en ese galpón de Warnes y Santos Dumont. No solo quedaban ahí las últimas partes del Dodge que no habían ido a parar al chatarrero, ahí Pelé le había hecho del primer al último service, había reemplazado bujías, alineado los ejes, cambiado neumáticos, incluso sacado los bollos de aquella vez que me llevó puesto un Siena marrón en la bajada de la General Paz y Lope de Vega. Pelé Sardán conoció al Dodge de una forma que no yo nunca pude y ahora nunca iba a poder. Por eso lo aborrecí. Eso y porque era un salame.

No solo un salame, también era un pesado del peor tipo. Siempre me decía que había heredado el oficio del viejo pero lo que a él le apasionaba era la cocina. Hablaba durante horas acerca de la revolucionaria receta de chimichurri en la que venía trabajando desde hace años. Pero mi deseo de estar de nuevo cerca del Dodge de alguna forma pudo más que mi repulsión y seguí visitando el taller. Las primeras veces busqué alguna excusa, llevarle una lata de Bardahl que ya no iba a usar o un calendario de Silvina Luna para reemplazar al de Beatriz Salomón que casi era indistinguible, pero al final iba simplemente a tomar unos mates.

Un día en el que pasé por el taller cerca del mediodía me dio a probar un choripán con su famoso chimi. Deben haber pocas formas peores de arruinar un choripán. Al principio pensé que se le había caído al piso antes de servírmelo y por eso tenía ese gusto a carbón, tierra y diesel pero inmediatamente empezó a elogiar sus características. Todos estos sabores eran intencionales, según él para que sea como probar un bocado del ser nacional.

Una tarde me llamó a mi casa. No recordaba haberle dado mi número pero me dijo que quería juntarse a hablar de algo y acepté. En cuanto llegué me contó que por fin estaba planeando poner una parrillita. Ahí me di cuenta de sus intenciones. Quería pedirme la receta de mi pan frito con sabor a osobuco para los sanguches con su chimichurri. Mi temor resultó infundado: quería que yo lo ayudara a conseguir la receta de figazas de cebolla de la hermana Bernarda. Lo mandé a freir espárragos.

Poco tiempo después me volvió a llamar, agitadísimo. Iban a tirar abajo el taller para poner un Starbucks. No entendí muy bien como había llegado a esa situación pero tampoco Pelé estaba interesado en dar muchas explicaciones. Lo que le preocupaba era que para terminar la receta de su chimichurri necesitaba el taller, ya que ahí había un Falephel. Un Falephel, aclaró, era una comida que contiene a todas las comidas. Pasándole la lengua uno puede experimentar todos los sabores.

No perdí tiempo. Corté, me subí a un taxi y fui para allá. Pelé siempre había sido medio raro pero esto era demasiado. Fuera que estuviera diciendo la verdad o se hubiera vuelto completamente loco, de cualquier manera quería ser testigo de eso.

Llegué en menos de veinte minutis. Warnes estaba casi desierta a esa hora. Pelé parecía seguir muy alterado. Me hizo pasar a la parte del fondo, donde él vivía y a donde yo nunca había ido. Me dijo que iba a buscar algo para tomar y me dejó esperando en lo que era una especie de living. Ahí tenía una pared llena de fotos de sus distintos trabajos. Cerca del centro, algo más grande que las demás, había una foto de mi Dodge, de cuando le sacó los bollos y arregló el parabrisas. Mirando el turquesa refulgente de la carrocería casi se me cae un lagrimón. Me acerqué y le susurré a la foto.

- Mi Dodge querido. Cuántos caminos recorridos. Soy yo, Dumas.

Ahí apareció de vuelta Pelé con un vaso de fernet en cada mano. Me dio uno y luego de algunos comentarios más sobre la importancia del Falephel para su receta me llevó hacia el sótano y nos paramos frente a una de las paredes. Me dijo que abriera la boca y antes de que pudiera reaccionar me dio un pequeño empujón. Con la lengua llegué a tocar un punto en la pared. Probé el Falephel.

Saboreé una crema batida en Chantilly y un champán fermentado en Champaña. Saboreé el agua de todos los mares y todos los baños. Saboreé el la suela de un maratonista cruzando la meta. Saboreé todos y cada uno de los posibles cortes de carne, antes y después de ser cortados. Saboreé la hiel de la derrota y la mejor de las compotas. Saboreé la Meca, el Muro de los Lamentos, cada rincón del Vaticano. Saboreé el cuerpo humano en cada uno de los estados de descomposición. Saboreé un ají tan picante que haría llorar hasta al 3 de All Boys. Saboreé la camiseta del 3 de All Boys al final del segundo tiempo suplementario. Saboreé el oxido de las bujías del Dodge. Saboreé los últimos restos de combustible en el carburador.

Todo esto saboreé en un mismo instante. Pero nuestro sistema gustativo no está preparado para percibir tal infinidad de sabores simultáneamente. Ya más de uno se le complica. Todos los sabores se unieron en uno solo. El sabor de todo el universo, el sabor de todo lo que es fue y será tomó una única forma. El sabor que me quedó en la boca fue algo así como haber estado chupando agua de la zanja. Sentí ganas de vomitar y un admiración indescriptible por el inventor de la pasta de dientes.

- ¿Qué tul? Vos pensabas que ya lo habías probado todo pero esta no la tenías, ¿Eh, Gato? - dijo la chillona voz de Pelé, sacándome del trance que me había provocado el probar el Falephel. - ¿No es lo mejor que probaste en tu vida?

En ese instante concebí mi venganza. Le dije que sí, que era perfecto. Que con esto se iba a hacer millonario, que no tenía que dejarlo pasar. Que apostara todo al Falephel y no iba a perder. Sin dejar que me hiciera más preguntas me apuré a despedirme.

Caminando por Warnes hacia Dorrego todavía podía sentir el sabor del Falephel en mi boca. Paré en un quisco y gasté todo lo que tenía en el bolsillo en una botella de whiskey barato y medio kilo de golosinas. Temí que nunca pudiera ser capaz de comer otra cosa sin sentir de nuevo ese sabor. Felizmente, luego de la quinta sesión de buches con vodka y miel, pude volver a disfrutar de una bondiola a la parrilla.

Post data. Un tiempo después me enteré que Pelé Sardán abrió una parrilla / restó cerca del taller que se llena todos los días de hipsters y tecno hippies que alaban su cocina indigerible. Lo llaman El Bulli de Villa Crespo. Mientras tanto a mi restaurant otra vez lo dejaron afuera de los destacados de Guía Oleo. Una mierda.


Al Taunus Rojo.

jueves, 27 de octubre de 2011

Plagiando al Eph

Lo siento. Soy rebelde.

Cada vez que leo un cuento, pispeo el final para ver como termina. Y no me someto a los manejos inescrupulosos de esos autores de suspenso, que a suspensor quitado nos atosigan con parrafadas capitulares que demoran la descubriciencia de que el asesino, finalmente es el personal de maestranza.

Encima ese Aleph, letra con que los matemáticos designan los infinitos infinitos, desde el Aleph0 pasando por el Aleph1 conm su hipótesis del continuo y a seguir, no me iba a tener hasta el infinito hasta llegar al final.

Así que me fui directo a la última línea del cuento, que no se si es del cuento, porque aparece como colgada y sobrante, a modo de dedicatoria.

A Estela Canto.

Primera digresión. ¿Forma parte esta dedicatoria del cuento?. O nuestro traidor prócer letrado anglofílico, después de terminar su cuento, agregó la dedicancia allende la narrativa. El moño del paquete del regalo, ¿forma parte del regalo?

Analicemos.

A Estela Canto. ¿No debería decir, “A Estela Escribo”?

O seria, “A Este, la Canto” si se supone que lo burlaba a Neruda con sus “20 Poemas de Amor y una Canto Desesperada”. En vez de 20 Poemas, ¿habrá querido cantarle las 40 a su homólogo chileno, que ad referendum de ser comunista y feliz mujeriego le birló el Rosebud premio sueco, o “mi tesoro” según Golum, a nuestro evidente no vidente?

O, tal vez la dedicatoria deberia haber sido: “A Esssssta…. la canto”. ¿O seria una dedicatoria a los Cantos de Estela?. O sería un fallido divanistico de “A este Lacan…to”. Y si fuera un lunfardismo donde el Canto es el reversismo de Tocan. ¿A nuestro necesitado del Braile se la tocan?

Tras estas disquisiones previas sobre el final, me lanzo a la propuesta plagiadora de El Aleph de Borges, o del plagio de Rodolfo Fogwill, o del plagio de ambos de Brauer.

La venturosa, digo ventosa, mañana en que mi queridísima eXposa Mariana Rodero apareció misteriosamente ahorcada con un cinturón, sentí un soplido de brisa fría surcando el canal separador de mis nalgas, tal vez entrometido entre la holgura de mis pantalones que pugnaban por caer.

Noté que en la Claza Prostitución habían rebobinado no se que cigarras de cartelillos rubios espurios.

Dado que el 27 de mayo hubiera sido el algogésimo aniversario de nuestro primer sartenazo, consideré oportuno visitar a la hermana cetácea Cristina de la acinturonada Mariana, y para aludir a la reciente desaparición de su hermana se me ocurrió comentar sobre otro dúo de hermanas, mas mellizas estas, mas famosas estas, mas numéricas estas. “Ahora ya se como diferenciar a las mellizas. Eve, es la viva. “ fue mi desconcertadora reflexión.

No me fue difícil llegar a la casa de mi ballenacea excuñada dado que el destino ha dispuesto que mi queridísima actual, viva exactamente enfrente en la calle Paysandú, permitiéndome avizorar desde el balcón de mi nueva amada, la casa de la hermana de mi amorosa previa, hoy difusa difunta. Nunca mejor metáfora de la confrontación entre mi pasado y presente, mi ex y mi actual, la que maté y la que mataré. Solo una calle separa mi pasado y mi presente, y veo enfrente a mi enfrentada bajo las adiposidades de su Very Gran Hermana Extra Large

Veo la figura de mi excuñada, y se me afiguran todos los puntos del universo contenida en ella. Todos los ravioles y todas las lasagnas, todos los corderitos y todos los cerdos con todas tus sus costillitas, todos los estómagos y todos los duodenos con todos sus jugos gástricos y biliosos. Veo su firma testigular en el acta de matrimonio bajo los rollos de sus brazos, adivino los almuerzos del Dia de la Madre que convocaba a toda la familia Rodero bajo su papada, rememoro los brindis de Año Nuevo bajo su masa abdominal, con los petardos entre los pliegues de sus adiposidades, y mucho turrón entre los intersticios de sus quistes cebáceos. Toda su familia engullida en una única mole amorfa junto a su hermana y todos los años conyugales que me integraron a su familia Rodero y un universo de vivencias familiares 15 años compartidas atragantadas en sus cavidades gástricas que serán excretadas y desaparecidas para siempre como si jamás hubieran existido.

martes, 20 de septiembre de 2011

Una Décad... encia - por OScar

Me llamo Lorena. Mis amigas me dicen Lore. Lorena Virginia. Lo Re-Virginia me dicen. Estoy en el equipo de hockey de 5to año, y me dicen “valla invicta”. Curioso porque no soy arquera. También me halagan diciendo que soy pulcra y limpia como un quirófano, donde nunca entra un polvo. O “rodillas siamesas” . Nadie las pudo separar. También me dicen “último molar”. Muy difícil de cepillar. O yagua con escoliosis. Imposible de montar. O poéticamente, hoja de otoño. Nadie me reco…lecta. Algunas me dicen Altamira. Una cueva que está dibujada.

Lo que pasa es que siempre quise hacerlo por primera vez con el amor de mi vida. Siempre quise debutar con el padre de mis hijos. Que podría parecer una contradicción, porque si es el padre de mis hijos, entonces yo ya seria madre, por lo cual no seria virgen y ya habría debutado con anterioridad. A lo que algún molesto sabihondo me podría decir que se podría ser madre sin perder la virginidad con la implantación de óvulos fecundados ad hoc por un onanista, lo cual podría ser científicamente cierto, lógicamente irreprochable pero sumamente inoportuno si se pretende que esto sea un relato humorísticos según la consigna de nuestro profe Martín

Cada vez que algún agraciado varón pasar a los hechos de echarme a un lecho para descargar su …, digo, descargar Se, no ofrecía resistencia a no ser que me llevara al “década forward”, un elegante edificio transitorio con el enigmático cartel de promoción de turnos de 87648 horas. Es decir 3650 días que serian los 10 años efímeramente transcurridos al pasar el umbral del ansiado y mágico dormitorio. Eso me permitiría constatar la evolución que mi pretendiente contendiente tendría en un hipotético futuro marital.

Así acudí al citado dormitorio en diferentes ocasiones.

Con Gonzalo, aquel rubio platinado con el que llegamos en su moto con sus dorados rizos al viento, pero al entrar en la habitación , adiviné las incipientes entradas de su pelada cual Macri pavimentando un nuevo Metro Bus.

Con Mariano, el dulce efebo que solía recitarme románticos poemas de su autoría, hasta que entramos a la habitación y preguntó donde estaba el control remoto.

Con Maxi, ese rebelde idealista que deseaba emular a los oprimidos cual Che, y lo primero que hizo es levantar el teléfono para avisarle a su mamá que le prepare milanesas para la noche

Con Jonás el fortachón capitán del equipo de Rugby, que se abalanzó al frigobar a engullir los chocolates que apoyaba en su abdomen.

Varios fueron los exámenes de ingreso a mi femineidad que tuve que tomar a los distintos Apolos que me pretendieron, hasta que conocí a Guido, el elegido eleguido.

No me soltó la mano cuando llegamos, su mechón rubio se mantuvo sobre su frente cuando entramos, me ofreció una rosa del florero que adornaba la habitación, se desnudó ágil dejando ver sus torneados músculos y cuando tras desnudarme mientras me susurraba un bolero y dispuesto a certificarme como mujer completa, me preguntó: ¿Desde cuando tenés esas estrías?

lunes, 19 de septiembre de 2011

La versión de Etgar Keret del asesino del Premio Nobel de La Paz (Bolivia)

En el buzón me esperaba un sobre abultado. Lo abrí y conté el dinero. Estaba todo. Dentro del sobre se encontraba también el nombre del blanco, una foto de pasaporte y el lugar donde podría encontrarlo. Solté un improperio. No sé por qué, ya que soy un profesional, y de un profesional no cabría esperar un comportamiento así, pero la palabrota, sencillamente, se me escapó de la boca. No, no me habría hecho falta leer el nombre, porque había reconocido a la persona de la foto. Grace. Patrick Grace. El premio Nobel de la Paz. Un hombre bueno. El único hombre bueno que yo había conocido en mi vida y, con toda probabilidad, el hombre más bueno del mundo.
Con Patrick Grace me había visto una sola vez. Fue en el orfanato de Atlanta. Allí nos trataban como animales. Nos pasábamos los días en medio de la suciedad, apenas nos daban de comer, y si a alguien se le ocurría abrir la boca lo azotaban con el cinturón. Y a menudo, también, aunque nadie la abriera, el cinturón caía sobre nosotros. Cuando Grace fue, se cuidaron de lavarnos, y lo mismo hicieron con esa cloaca que ellos llamaban orfanato. Antes de que entrara Grace, el director nos instruyó bien: el que se queje de algo lo pagará después. Todos habíamos recibido ya lo suficiente como para saber que no estaba exagerando. Cuando Grace entró en nuestras habitaciones nos mantuvimos callados como muertos. Grace intentó hablar con nosotros, pero apenas le contestábamos. A medida que íbamos recibiendo el correspondiente obsequio, volvíamos junto a la cama. Al darle las gracias, él alargó la mano hacia mi cara. Me encogí. Creí que me iba a pegar. Grace me revolvió el pelo con una delgada caricia y sin decir nada me alzó la camisa. Por aquella época yo había abierto mucho la boca. Grace lo pudo apreciar en mi espalda. Al principio se quedó callado, pero después repitió varias veces el nombre de Jesús. Finalmente me volvió a bajar la camisa y me abrazó. Al abrazarme me prometió que nadie volvería a pegarme más. Yo, claro está, no lo creí. Nadie es bueno contigo porque sí. En aquel momento pensé que era una treta. Sospechaba que en cualquier momento se iba a sacar el cinturón para pegarme. El rato que me estuvo abrazando lo único que yo quería era que se marchara. Se marchó, y aquella misma tarde cambiaron al director y a todo el equipo. Desde entonces nadie más volvió a levantarme la mano.
A Patrick Grace no volví a verlo, pero leí mucho sobre él en los periódicos. Sobre toda la gente a la que ayudaba y las muchas buenas obras que hacía. Era un hombre bueno. Puede que el más bueno de la tierra. Él era la única persona en este feo mundo a la que le debía algo. Y dentro de dos horas iba a encontrarme con él. Dentro de dos horas debía meterle un balazo entre ceja y ceja.
Tengo treinta y un años. Durante mi vida laboral he recibido veintinueve encargos. Los he cumplido todos. Veintiséis a la primera. Nunca intento comprender a la gente que mato. Nunca intento comprender porqué. El negocio es el negocio y, como ya he dicho antes, soy un profesional. Me he hecho con un buen nombre, y en mi profesión gozar de un buen nombre es lo único que cuenta. Porque ni aparecen anuncios en la prensa ni se obtienen puntos al pagar con la tarjeta de crédito. Lo único que trae hasta mí al cliente es la absoluta seguridad de que el trabajo va a quedar hecho. Por eso siempre me he cuidado mucho de no rechazar ningún encargo. Por eso siempre me he cuidado mucho de no rechazar ningún encargo. Quien compruebe mi trayectoria no se va a encontrar más que con clientes satisfechos. Con clientes satisfechos y con cadáveres.
Renté una habitación que daba a la calle, justamente en frente de la cafetería. Le dije a la casera que mis demás pertenencias llegarían el lunes y le pagué dos meses por adelantado. Me quedaba una media hora hasta el momento en que había calculado él iba a llegar. Monté el rifle y gradué el visor de infrarrojos. Me quedaban otros veintiséis minutos. Encendí un cigarro. Intenté no pensar en nada. El cigarro se consumió y lancé lo que quedaba de él a un rincón de la habitación. ¿Quién querría matar a una persona como ésa? O el mismísimo diablo o un loco. Yo conocía a Grace, él me abrazó cuando yo todavía era un niño, pero el negocio es el negocio. Si te dejas vencer una sola vez por los sentimientos, estás acabado. De la alfombra que había en la habitación empezó a salir humo. Me levanté y pisé la colilla. Dieciocho minutos más, dieciocho minutos más y ya estaría. Intenté pensar en fútbol, en Dan Marino, en una puta de la calle 42 que me la mama en el asiento delantero del coche. Intenté no pensar en nada.
El llegó puntualmente a la hora; lo reconocí por la forma de andar, como si flotara, y por el pelo, que le llegaba hasta los hombros. Se sentó en una de las mesas de la terraza, en el sitio más iluminado, de manera que quedaba completamente de cara a mí. El ángulo de visión era perfecto. La distancia, media. Ese disparo podría hacerlo con los ojos cerrados. El punto rojo le apareció junto a la sien, un poco a la izquierda. Lo corregí hacia la derecha todo lo que pude y contuve la respiración.
Justo en ese momento pasó por allí un viejo con toda la casa metida en unas bolsas de plástico, un vagabundo, y es que la ciudad está llena de ellos. En la acera de la cafetería se le rompió una de las astas. La bolsa se le cayó al suelo y de ella salió rodando todo tipo de porquerías. Vi cómo a Grace se le tensaba el cuerpo por un instante, cómo torcía la boca muy ligeramente para enseguida levantarse a ayudar. Rodilla en tierra sobre la acera recogió periódicos y las latas vacías y las fue metiendo en la bolsa. El visor no había perdido el encuadre ni por un segundo. Su rostro era mío. Llevaba el punto rojo del visor grabado en medio de la frente como una joya hindú. Su rostro era mío, iluminado como estaba por la sonrisa que le brindaba el viejo. Como los cuadros de los santos que cuelgan de los muros de las iglesias.
Dejé de mirar por el visor. Clavé la mirada en el dedo del gatillo. El dedo se deslizaba en paralelo al guardamonte, tieso, casi retirado, sin intención alguna de actuar, no tenía sentido seguir haciéndome ilusiones, porque el dedo, sencillamente, no lo iba a hacer. Acerrojé el arma echando el seguro hacia atrás. El proyectil se deslizó fuera de la recámara.
Bajé a la cafetería con el rifle en la maleta. En realidad ya no era un rifle, porque había vuelto a convertirse en cinco inofensivas piezas. Me senté a la mesa de Grace, enfrente de él, y le pedí un café a la camarera. Grace me reconoció de inmediato. Yo era un niño de once años la última vez que lo había visto y, sin embargo, me reconoció sin dificultad ninguna. Hasta se acordaba de mi nombre. Dejé el sobre del dinero encima de la mesa y le dije que alguien me había contratado para que lo matara. Intenté comportarme con sangre fría, que pareciera que ni por un instante había sopesado la posibilidad de cumplir con el trato. Grace se sonrió y dijo que ya lo sabía. Que era él mismo quien había mandado el dinero en el sobre, que deseaba morir. Me puse a tartamudear un poco. Le dije que porqué. Le pregunté si padecía alguna enfermedad incurable.
—¿Una enfermedad? —se rió—, pues algo parecido. —Y al decirlo se le volvió a torcer la boca, como antes, con el mismo gesto que le había visto desde la ventana, y después se puso a hablar—. Desde niño padezco una enfermedad. Sólo que nadie ha intentado curármela, a pesar de que lo síntomas están muy claros. Les regalaba a los otros niños mis juguetes, nunca mentía, nunca robaba nada. Incluso en las peleas del patio de la escuela nunca tuve la tentación de devolver los golpes, sino que siempre me cuidaba de poner la otra mejilla. Mi bondad convulsiva sólo fue empeorando con los años, pero nadie quería ayudarme. Si, por ejemplo, hubiera manifestado una maldad igual de compulsiva, enseguida me hubieran llevado al psicólogo para intentar detenerla. Pero, ¿Cuándo eres bueno? A la sociedad le resulta muy cómodo ver siempre satisfechas sus necesidades a cambio de alguna que otra expresión de asombro y unos pocos halagos. De manera que yo no hice más que ir de mal en peor. Tanto, que hoy ya no soy capaz de comer sin que, en cuanto me meto el primer bocado en la boca, no esté buscando a alguien con más hambre que yo para que se termine la comida. Y por la noche no consigo conciliar el sueño, porque ¿cómo va uno a pensar en dormir tranquilamente en Nueva York cuando a veinte metros de la casa de uno hay personas congelándose en los bancos de la calle?
Aquel gesto torcido volvió a apoderarse de la comisura de su boca y todo el cuerpo le empezó a temblar.
—No puedo seguir así, sin dormir, sin comer, sin amor. Porque ¿a quién le queda tiempo para amar con tanto sufrimiento como tenemos a nuestro alrededor? Esto es una verdadera pesadilla. Tienes que entender que yo nunca quise ser así. Es como estar endemoniado pero al contrario, como si estuvieras poseído por un ángel. ¡Maldita sea! Si por lo menos se tratara del diablo, hace ya tiempo que alguien se habría ocupado de acabar conmigo, pero ¿así? —Grace soltó un breve suspiro y cerró los ojos.
—Escúchame bien —continuó—, todo el dinero está aquí. Tómalo. Sube a cualquier balcón o azotea y acabemos con esto. Es que yo no puedo hacérmelo a mi mismo, y cada día que pasa es peor. Para mí, sólo el hecho de haberte enviado el dinero, de mantener esta conversión contigo —y se enjugó el sudor de la cara— me resulta difícil, muy difícil. No estoy muy seguro de tener el valor de volverlo a hacer. Así que, por favor, sube a cualquier terraza y acaba con esto. Te lo suplico.
Me quedé mirándolo. Vi su torturado rostro, como el de Jesús en la cruz, exactamente igual al de Jesús. No dije nada. No sabía qué decir. Por lo general siempre tengo la frase adecuada y lista para ser disparada, sin importarme que sea contra un cura confesor, una puta o un agente federal. Pero, ¿con él? Con él me había convertido de nuevo en el niño asustadizo del orfanato que se encoge ante cualquier gesto brusco. Se trataba de un hombre bueno. El Hombre Bueno, nunca sería capaz de liquidarlo. De nada serviría intentarlo, porque el dedo, sencillamente, no iba a doblarse.
—Lo siento, señor Grace —susurré al fin—, es que sencillamente no…
—Sencillamente no puedes matarme —sonrió él—, no te preocupes, quiero que sepas que no eres el primero al que le pasa. Dos más ya me han devuelto el sobre antes que tú. Según parece forma parte de la maldición. Sólo que tú, con lo del orfanato y todo eso —añadió, mientras se encogía de hombros—, como cada día que pasa estoy más débil, no sé muy bien por qué había pensado que podrías devolverme el favor.
—Lo siento, señor Grace —susurré, con lágrimas en los ojos—, si yo pudiera…
—No te preocupes —dijo—, lo comprendo. No pasa nada. Deja la cuenta —sonrío al ver el billete que yo había sacado—, que invito yo. No admito discusión. Además, ya sabes, tengo que invitar yo, porque es como una especie de enfermedad.
Empujé el arrugado billete de vuelta al bolsillo. Le di las gracias y me fui. No había dado más que unos pocos pasos cuando oí que me llamaba: había olvidado el rifle.
Volví a cogerlo. Me maldije para mis adentros porque me sentía como un aficionado.
Tres días después de aquello, en Dallas, le disparé a cierto senador. Fue un disparo complicado. Doscientos metros, medio cuerpo, con el viento de lado. Murió antes de tocar el suelo