lunes, 12 de septiembre de 2011

Autoayuda (A.C.A.) - OScar

AUTOAYUDA

¿80$? ¿80$ por arreglar una plancha? Ni loco, le dije al del taller de reparaciones.

Después de todo, ¿Quién necesita una plancha?. Pude averiguar en Internet, un estudio donde dice que la ropa arrugada abriga tanto como la planchada. Y ni hablar de la electricidad que se ahorra.

Todo anduvo bien, hasta que salí con mi queridita Lucia. ¿Podrías venir mejor arreglado cuando salís conmigo? me dijo. Para no tener que explicar mi problemática con el artefáctico eléctrico no reparado, le dije que había venido en el colectivo lleno y que me habían estrujado hasta los ojales. Y para no tener que discutir con mi cuchi cuchi arrugofóbica, me atuve a la prolijidad en el mantenimiento de mis prendas. Primero utilicé la técnica Dolina. Poner el pantalón abajo del colchón y dormir una siesta aplastadora y reivindicatoria de la tersura original de los lienzos, arriba. Pero esto me insumia 2 horas, que no podría asegurar que desperdiciadas, en esta menuda tarea doméstica. Luego probé la técnica de calentar la sartén en la hornalla, y usarla como plancha. Pero desistí a la 3er salpicadura del aceite que suelo económicamente guardar en el referido utensilio hasta la cuarta fritanga de papas ídem.

Esta sucesión de fracasos, no dejó de dejarme un dejo de mensaje esperanzador. Yo estaba tratando de solucionar los problemas por mi mismo, y bien podría entonces arreglármelas para arreglar la plancha por mis propios medios. Así que decidí comprarme un libro que me explicara: Auto ayúdate: Arreglatela solo . Revisé los ítems de los capítulos. Mejore su autoestima, Aprenda a hablar en público, Domine su pereza, Trate de ser un poco menos nabo. Busqué en la letra P. Paciencia, perseverancia, persuasión, persistencia, plancha. Si, ahí estaba lo mío.

Quedó bastante bien el arreglo. Y a partir de ahí, mi autoestima se fortaleció como para emprender cualquier problema de la vida, sin necesidad de pedir ayuda. Yo solo me podía autoayudar. Basta de pedirle al chofer que me marcara el importe del boleto. Yo solo accionaba los botones del tablero del conductor. Tampoco le pedía que se detuviera en tal parada. Yo solito me autoayudaba en mi necesidad de que el vehiculo se detuviera, accionando por mi mismo el freno de mano. En los negocios no solicitaba que me cobraran. Solito me autoayudaba a venderme. Es mas, me preguntaba yo mismo que quería llevar.

Y con mi amoruchi Lucia, también decidí que no necesitaba que ella respondiera mis preguntas. Yo solo podía autoayudarme contestando mis preguntas en lugar de ella. ¿Queres que ponga el partido? le preguntaba, y sin esperar que ella se tomara la molestia de ayudarme resolviendo mi pregunta, yo mismo me autoayudaba contestando “Si, justo me moría de ganas de ver el partido”. O, “¿vas a comer lo que queda de helado?” le preguntaba a mi media toronja, y yo mismo contestaba por ella “no, comelo todo vos porque yo estoy muy gorda y tengo mucha celulitis”.

Se nota que mi amadísima comprendió mi nueva filosofía, porque cuando le dije que ardía de frenéticos deseos de liberar mi libido con ella, me contestó: “¿Por qué no te autoayudás solito?”

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