martes, 15 de noviembre de 2011

“Tu vieja” y otros insultos - Sebastián


“Tu vieja” es una contra ofensa, un insulto defensivo. Una respuesta ante una agresión. Pero su fuerza es tal que eventualmente se empezó a usar como agresión directa. Había pocos insultos que pudieran resistir el embiste de “tu vieja” y terminaba siendo más ventajoso ser el agredido que el agresor.


Pero no podemos decir que “tu vieja” sea únicamente un insulto sino que es más correcto hablar de una familia de insultos. Una familia cuyo descendiente más popular probablemente sea la frase “La puta que te parió”, que no es sino otra forma de “tu vieja” solo que caracterizando un poco a la vieja en cuestión. La popularidad de “La puta que te parió” es tal que eventualmente comenzó a usarse para evocar las hipotéticas madres de objetos, situaciones o eventos. O sea, nació el “La puta que lo parió”.

Algo interesante acerca de “tu vieja” (la frase) es que si la analizamos sintácticamente vemos que se compone únicamente del sujeto y carece de predicado. Aun esta otra versión que acabamos de ver, “la puta que te parió”, no se agrega un predicado sino que extiende el sujeto. Lo mismo podemos observar en muchas otras variantes de la frase que añaden extensión pero no un predicado. “La reputísima madre que te re mil re puta parió” es un buen ejemplo. Acá podemos ver que no solo no aparece ningún verbo sino que todos los agregados no hacen más que acentuar cuan puta es la madre y cuanto parió (o con que grado de putez parió). Rara vez escuchamos añadiduras como “y que además vendía paco en las escuelas” o “y que te daba de tomar medio litro de Albalatex todos los días”. 

Pero no solo de tu vieja vive el hombre. Hay otros insultos, ofensas e injurias que vale la pena destacar. 

La maldición

Una forma de estos es la maldición, palabra que también otro sinónimo para insulto o mala palabra. Si nuestro bienamado “tu vieja” es puro sujeto la maldición es puro predicado, pura acción. “Ojalá que te caiga mal”, “que te pise un tren”, “que te vaya para el culo”. Un amigo, cada vez que alguien se queda con plata que le pertenece le espeta un “Que te sirva para comprar medicamentos oncológicos”. Otro se apropió de una maldición española y a sus interlocutores los embate con un “Que te folle un pez”.

 La maldición es un recurso que se suele utilizar para dar por concluido un intercambio de insultos, muchas veces luego de un “tu vieja”, cuando ya no hay nada más que retrucar, cuyo uso podría decirse equivalente al de la famosa expresión “Andate a cagar” y sus derivados. En ambos casos predomina la acción. De nuevo recurro a un ejemplo utilizado frecuentemente por una de mis bien ponderadas amistades, quien en estas situaciones se ha tomado la costumbre de proclamar “¿Por qué no te vas a comer una bolsa de pijas?”.

El insulto discriminatorio

Un tratamiento especial me parece que merecen los insultos discriminatorios, aquellos en los que no solo está la intención de agredir a un individuo sino que por el mismo propio se hace otro tanto con un grupo de personas. El ejemplo clásico es el de “puto” (en el sentido de homosexual, valga la aclaración), al insultar a alguien con esta palabra se está implicando que la homosexualidad es algo negativo, tanto que la mera mención de la palabra debería ofender al aludido. Por esto mismo el insulto discriminatorio suele ser empleado con gran efectividad contra personas aparentemente inmunes al ataque ad hominem pero que demuestran una sensibilidad o empatía con respecto a temas como el racismo o sexismo. Un apelativo como “negro puto” puede ofender mucho más que media hora de maldiciones y odas a la putidad de la vieja.

De mierda

Si hablamos de putos y de negros (o negros putos) no se puede evitar hablar también de un agregado que suele acompañar a estas y muchas otras palabras: “de mierda”. “Puto de mierda”, “negro de mierda”. Esta somera frase puede acoplarse a casi cualquier sustantivo para conjurar un insulto potente e inmediatamente  reconocible. No solo sirve para enfatizar insultos ad hominem, “sos un pelotudo de mierda”, sino que es común escucharla como parte de maldiciones sin un receptor en particular, meros descargos, “¡Qué día de mierda!”, por ejemplo. No hay que olvidar la palabra mierda también puede usarse como sustantivo con el mismo fin, transformando una frase aparentemente inocua como “¿Qué cosa querés?” en algo altamente agresivo simplemente usándola en lugar de cosa.

Eufemismos

Los eufemismos parecerían ser a priori enemigos mortales de los insultos, versiones sosas, insustanciales de estos que vienen a ocupar su lugar en el vocabulario de los más mojigatos o pudorosos. Sin embargo, hay ocasiones en las que pueden terminar siendo aun más efectivos que la mala palabra que originalmente reemplazaron, ya sea esto algo intencional o no. Un ejemplo, escuché hoy en el colectivo un hombre que contaba como tenía que ir a un lugar muy alejado, que decía estar en “La loma del peludo”. Con este recurso evitó usar una mala palabra “orto” o “culo”, pero el adjetivo peludo en este caso no solo evoca a la misma cosa sino que del universo de todos los ortos posibles circunscribe la imagen mental del receptor al grupo de los ortos peludos, una imagen nada agradable. 


Bonus Track

Un último comentario respecto a un par de expresiones que no son estrictamente insultos, pero sí injurias. Una de ellas es a la que Borges se refería al hablar del tratamiento de Doctor o Señor a modo de burla, como falsa señal de respeto o falso cumplido. Es algo que hoy en día sigue muy vigente aunque muchas veces con otros términos. La palabra “Capo” es una de las que se utilizan para cubrir este rol y un ejemplo de su uso nos lo puede proporcionar cualquier colectivero amigo cuando ve que alguien está tardando unos segundos de más en subir: “Dale, capo, que no tengo todo el día”. Con la misma situación, y la ayuda de nuestro colectivero de cabecera, podemos ver otro ejemplo de injuria, en el uso del plural y el tono de maestra ciruela sirven para intentar disminuir al interlocutor : “A ver si nos apuramos un poquito para subir”. 

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