domingo, 11 de diciembre de 2011


Pelos en el Culo

Hay muchas cosas en la vida que no entiendo una de las cuales son los pelos en el culo. Lo entiendo en el caso de un animal peludo, todo el cuerpo cubierto de pelos. Ahí tiene sentido. Pero incluso en el mundo animal tenés a los mandriles (criaturas maravillosas) que te demuestran que si hay un lugar donde no conviene tener pelo es precisamente ahí. Es una zona que es mejor tener despejada. Además la idea del pelo es servir de abrigo, proteger contra las bajas temperaturas, y ese es un lugar donde nunca nadie tiene frío. La gente no va por ahí diciendo, “Sabés que, me parece que vine desabrigado, me está entrando un fresquito en el ano” o “Cerrá un poco la ventana que se me congela el recto” ¡No! ¡Nadie dice eso! ¡Nunca! Bueno quizás alguien en alguna circunstancia sí lo dijo pero ya sería un caso demasiado escatológico, aun para los estándares de un monólogo titulado “Pelos en el culo”. Pero me estoy yendo de tema. Mi punto es que en cuanto el homo sapiens empezó a evolucionar, a alejarse de sus antepasados simios y perder pelo, el primer lugar donde lo tendría que haber perdido tendría que haber sido ahí. Esto habla muy mal de la evolución. Pero habla aun peor de Dios. Para mi esto es una prueba irrefutable de la inexistencia de Dios. ¿Qué tipo de ser todo poderoso, de inteligencia suprema, de fuente de conocimiento dice “a ese ano lo que le quedarían bien son unos pelitos ahí al lado”? Entre esto, la compulsión natural rascarse las cascaritas de las heridas, empeorando siempre las cosas, o el hecho de que el chocolate no cura el cancer estoy totalmente convencido de no hay existe ningún Dios creador detrás del diseño del universo.

The Big Sleep

Pero no quiero sonar tan negativo. No quiero decir que todo sea tan malo. Pelos en el culo, Dioses sádicos o inexistentes, todo esto no significa que la vida no valga la pena se vivida. Todo lo contrario. Estoy totalmente a favor de la idea de no morirse. Aunque tengo que admitir que han habido veces en las que sí, he contemplado la idea de acabar con todo, de abandonar este mundo, de quitarme mi propia. Casi siempre fue a eso de las siete, siete y cuarto cuando sonaba el despertador y tenía que levantarme para ir trabajo. En esos casos la idea del descanso eterno suena bastante atractiva. “Mmmm …. si me muero … no tengo que levantarme”. Todas las contras de estar muerto a esa hora de la mañana parecen quedar de lado y lo único en lo que puedo pensar es “¿Qué tengo que hacer para seguir durmiendo? ¿Morir? Dale, venga, lo que sea con tal de dormir de quedarme cinco minutos más en la cama (que en caso de realmente morir se pueden extenderse a más de cinco minutos, hasta que alguien se de cuenta)”. Pero ahí vienen los problemas. Suicidarse no es tan fácil. Uno puede intentar ahorcarse o sofocarse ahí en la cama, “Ghhhhggghh”, pero ya a la tercera o cuarta arcada uno se despabila y ya lo de morirse pierde el chiste. Ya está, ya te despertaste, más vale seguir viviendo. Ni hablar de pegarse un tiro, por más que uno fuera a tener un arma bajo la almohada la sola idea del disparo, de “BANG!!!” terriblemente estruendoso a esa hora de la mañana suena totalmente sacrílega. No, tiene que ser una muerte rápida y silenciosa. Lo ideal sería una máquina kevorkiana que funcione como un despertador pero que cuando suene la alarma uno tiene la opción de apretar dos botones. Uno apaga la alarma, como en cualquier despertador, para que uno se levante y siga con su idea, el otro: muerte instantánea. Si todos los hogares del mundo tuvieran uno de estos la población mundial se reduciría drásticamente de la noche a la mañana. Si todo el mundo tuviera que elegir “levantarme o morir, levantarme o morir, levantarme o morir ” a primera hora de la mañana estoy seguro de que esa mañana la línea D estaría muy vacía. 

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